30 enero, 2018
Que un fabricante presente una patente no supone que aquello que se detalla en la misma vaya a convertirse en un producto o servicio disponible en el mercado. Sin embargo, cuando se divulgan patentes de pesos pesados como Samsung es casi imposible resistirse a pensar que aquellas promesas algún día llegarán a nuestras manos. Y si no fuera así, al menos nos gusta espiar de qué se trata aquello que la patente muestra pues en ellas podemos ver cuáles son las ideas en las que piensan las grandes mentes (y los grandes capitales) de la industria.
En esta oportunidad, Samsung presentó una patente en la cual encontramos un sistema biométrico basado en el flujo sanguíneo del usuario de smartphones. De este modo, podríamos desbloquear (entre otras funciones) nuestro teléfono mediante un sistema biométrico alternativo a los que conocemos actualmente. Tras los patrones en pantalla o las contraseñas, el lector de huellas se convirtió en un estándar en el negocio móvil. Y ahora comienzan a ser cada vez más frecuentes las tecnologías de reconocimiento de rostro, tal como vemos en el iPhone X.
Volviendo a la patente presentada por Samsung (fue a mediados de año pasado y ahora sale a la luz); allí se describe un método basado en los patrones de flujo sanguíneo en los dedos del usuario mediante el uso de sensores. Esta tecnología también podría ser utilizada en relojes inteligentes, midiendo este parámetro en la muñeca; en rigor, el sistema parece adecuarse mejor en estos casos más que en los smartphones.
Al parecer, estos patrones son únicos en cada persona, requisito fundamental para cualquier sistema biométrico seguro. En este punto, y siguiendo al sitio Android Headlines, este sistema sería un método de autenticación complementario a otros métodos que ya incluyen los dispositivos, y además del flujo sanguíneo estudiaría características morfológicas de los usuarios.
Anteriormente habíamos visto una patente presentada también por Samsung la cual detalló un sistema biométrico que escanea la entera palma de la mano.
Por Uriel Bederman