13 febrero, 2009
Pérdida de tiempo, voyeurismo frívolo de la vida ajena, peligrosa exposición de nuestra privacidad, plan maestro de la CIA para tenernos controlados, moda pasajera… Estas son algunas opiniones sobre Facebook de los que no se engancharon. Los demás (unos 150 millones de usuarios al día de hoy) estamos buscando un grupo de autoayuda para controlar nuestra adicción a esta red social, en la que el mundo pasa más de 3.000 millones de minutos cada día.
En una época no muy lejana yo solía publicar mis blogs en Worpress.com, subir mis fotos a Flickr, mis videos a Youtube, microbloguear en Twitter, conocer chicas en Match.com… Ahora todas estas actividades sociales las hago en Facebook, que se viene devorando todas las otras aplicaciones Web 2.0. Los servicios que mencioné, más específicos, están quedando reservados a los profesionales o entusiastas más dedicados. A los demás, usuarios casuales o “sociales”, nos alcanza con Facebook (OK, para conocer chicas aún uso Match, pero eso será hasta que alguien programe una aplicación decente en Facebook).
¿Qué me gusta de Facebook? Para empezar, me permite sentirme más cerca de mi círculo de amigos, contarles que ayer miré salir la luna llena, recomendarles el restaurante “Lezama” o mostrarles las fotos de mi fin de semana acampando. No, claro que a la mayoría de ustedes no les interesa esto, pero sí a mis amigos (¡eso espero!). No, no reemplaza el encuentro cara a cara, pero me permite tener una comunicación que de otro modo, por falta de oportunidad o de tiempo, tal vez no hubiera ocurrido.
Por otro lado, están mis “amigos” de Facebook (cada usuario tiene en promedio unos 120) que no son mis amigos de la vida real, son “conocidos”, colegas, ex-compañeros… Acá encontré que Facebook me permite mantener un tipo de relación que me faltaba antes. A estos conocidos, que no son de mi círculo íntimo, no los llamaría para contarles algo o para saber como andan, pero igual me gusta enterarme. En Facebook, sin mayor esfuerzo, puedo mantener un cierto contacto, una cercanía “casual” con ellos.
Vuelvo a mi teoría neohippie, que ya leyeron en estas páginas: algo en nuestro instinto de animales gregarios nos sugiere que ser anónimo en la gran ciudad, estar amontonados en una calle o una discoteca con cientos de desconocidos, no es natural y deseable. Las comunidades virtuales, que formamos en sitios como Facebook (¡o RedUSERS!), nos permiten sentir nuevamente algo de esa calidez de la tribu primitiva, en la que nadie es un completo desconocido…
Miguel Lederkremer
mlederkremer@redusers.com
Editorial publicada en Users 215