9 agosto, 2012
Fue a finales de 1992 cuando descubrí a Mortal Kombat, en un salón de arcades de mi ciudad natal, Morón, una localidad bonaerense situada a 30 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. El flechazo fue en la calle Belgrano al 100, donde ahora hay un negocio que creo que vende pañales.
El Mortal Kombat era el protagonista excluyente entre las máquinas que poblaban ese local: era el único videojuego con una pantalla gigante, en una época donde la palabra gigante era literal: además de las ¿40? ¿50? pulgadas, tenía una profundidad de unos 40 centímetros.
Aún tengo recuerdos de ese lugar, lleno de las luces que intentaban atraer la vista de los presentes, los resplandores de las máquinas vacías con la leyenda “Insert Coin”, los jugadores sosteniendo con fuerza las palancas para mover a los personajes, la mixtura de música y efectos de audio provenientes de todas las máquinas, la fila para cambiar dinero por fichas.
En ese lugar, hace poco menos de 20 años, esperaba con Diego, mi hermano, nuestro turno para probar suerte con el título más deseado por todos. Para ello, había que vencer al jugador que estaba desarrollando todo el juego y formamos la fila, amenizando la espera con algunos de los otros títulos disponibles.
Acá entra el párrafo para nostálgicos, pues alternábamos persiguiendo delincuentes en un patrullero de Cisco Heat, peléando en la guerra que proponía Cabal o recorriendo la ciudad de Springfield en The Simpsons (sí, ese en el que había que rescatar a Maggie del señor Burns porque se tragó un diamante). Títulos excelentes, claro, pero no tenían rival ante ese despliegue de golpes y saltos que proveía Mortal Kombat.
Nos tocó el turno, obviamente perdimos los dos, probablemente con un round con Flawless Victory (invicto, sin recibir golpes) y con Fatality incluida, pero allí nos nació el cariño por esa joya de los juegos de lucha. La pasión nos llevó a comprar revistas para conocer los trucos, pues en esa época faltaban unos cuatro años para que Internet sea masiva y unos ocho para que surgiera la banda ancha.
Hasta compramos la publicación Top Kids, carísima, que venía con un muñeco artículado de Sub-Zero, nuestro personaje favorito. Esa revista tenía su contraparte en un programa de televisión encabezado por el ahora conductor de noticieros Pablo Marcovsky y un reviewer llamado Aki, de quien perdimos el rastro. Luego compramos varios números de la PC Juegos, prima hermana de USERS, con un único objetivo: ser los máximos luchadores de ese Torneo.
Unas semanas más tarde, terminé la escuela primaria y durante un viaje de egresados a la ciudad balnearia de Necochea volví a cruzarme con Mortal Kombat. No había pantallas gigantes, pero sí dos máquinas vacías corriendo el juego y nada de jugadores a la vista. Gasté bastantes fichas y hasta casi finalizo la partida. Pero también tenía que pasar tiempo en la playa y respirar algo del huracanado aire que es marca registrada de la zona.
Hacia 1994, el auge de las PCs en la Argentina provocó que los videojuegos fueran perdiendo terreno. Los locales de arcade se fueron poblando de pools, hockeys y metegoles (futbolín o foosball en algunas regiones de Latinoamérica), para proveer una experiencia física de juego, porque las computadoras estaban monopolizando lo virtual. Y el viejo local de la calle Belgrano cerró sus puertas poco tiempo después.
En la Navidad de ese año, nuestros padres pudieron regalarnos una computadora. Y uno de los primeros juegos que instalamos fue, justamente, Mortal Kombat, que vino en tres disquetes de 5¼”. Lamentablemente, nuestra PC no era “multimedia” –las placas de sonido se vendían por separado– así que no pudimos vibrar con las frases más recordadas de ese juego: “Finish Him”, “Flawess Victory” o el alentador “Test your Might”.
Con mi hermano nos volvimos expertos jugadores. Transitamos todo el juego con casi todos los personajes, nos aprendimos todas las fatalities y golpes especiales. Éramos imbatibles. Pero casi no había arcades para vencer a los expertos, quienes nos habían ganado tantas fichas y contra quienes siempre soñábamos una revancha.
Volvimos a jugarlo cuando supimos que dentro del menú de Setup de MK estaba la posibilidad de configurar el parlante interno de la PC. Fue un redescubrimiento del juego, aunque el sonido no era muy Hi-Fi que digamos. Y repetimos la experiencia con mayor alegría cuando destinamos nuestros ahorros a la compra de una tarjeta de sonido “SoundBlaster compatible”por ¡90 dólares!
A la distancia, valió la pena la inversión para poder apreciar al máximo no sólo al MK, sino a otros juegos de la época. Sí, otro apartado para nostálgicos: Prehistorik II, Street Road, FIFA (el primero, que tenía la publicidad de los botines Adidas Predator y podías hacer correr al referí por toda la cancha cuando te sacaba una tarjeta) o el genial FPS Doom.
Pasaron los años y –con ellos– varias versiones de Mortal Kombat, con aditamentos como las simpáticas Babalities y las pacifistas Friendships. Hasta hicieron películas. Pero no fueron capaces de renovar el cariño que teníamos hacia el mejor juego de lucha de la historia, el original, el que inició toda la saga. El primero en contar con una historia atrapante, con biografías de jugadores tan creativas, con la posibilidad de regodearnos ante el enemigo vencido. Con un realismo único que nos situó en la vereda de enfrente de los jugadores de Street Fighter.
Hace uno o dos meses, durante un almuerzo en la redacción de RedUSERS, contaba algunas de las experiencias vividas con este gran juego ante varios compañeros más jóvenes, quienes me miraban algo asombrados. Supongo que dentro de 20 años habrá gente que celebre tanto un juego como yo y recuerde títulos como Diablo, God of War o hasta el simpático Angry Birds.
En ese almuerzo, juré que aún me sabía casi todos los trucos del Mortal Kombat, aún 20 años después de su nacimiento. Como prueba de mi fidelidad, volví del trabajo, corrí el DosBox, tipeé mk.exe, presioné Enter y elegí a Sub-Zero, obviamente.
Gané la primera batalla con Doble Flawless ante Johnny Cage, con trucos como el Ice Blast (vulgarmente, el “hielito”) y la Sliding Kick. Ante el grito de Finish Him, tecleé adelante-abajo-adelante y High Punch. La memoria está intacta: la cabeza de mi oponente estaba colgando de mi brazo derecho. Gracias Mortal Kombat por tanto. Felices 20 años.