30 abril, 2010
Siendo niño, Olivier Vandevalle solía viajar con sus padres en un yate familiar por las costas de Inglaterra: ya curtido en los asuntos, costumbres y mitos de los mares, un buen día arrancó una página de un cuaderno y narró su aventura. Luego alcanzó una botella de vino vacía, metió el papel adentro, la tapó y la arrojó al mar.
“Yo soy un chico de 14 años y vivo en Bélgica. No sé si eres un niño, una mujer o un hombre. Navego en un barco de 18 metros. Su nombre es Tamaris. Al mismo tiempo que escribo esta carta, acabamos de pasar por Portland Bill, en la costa sur de Inglaterra. Partimos esta mañana”, decía el mensaje.
Para Olivier la vida siguió. Creció, tuvo hijos y se olvidó por completo de aquel mensaje. Pero para su sorpresa, 33 años después, obtuvo una respuesta a través de Facebook.
La inglesa Lorraine Yates encontró la botella en las costas de Swanage, en el sur de Inglaterra, tres décadas después. Y cuando vio el mensaje no lo dudó y comenzó a buscar al remitente en Facebook.
Quizá Lorraine Yates se conmovió cuando sus manos alzaron una carta dentro de una botella, lo que implica un modo de mensaje casi olvidado, y tan romántico como primitivo. Y no tuvo mejor idea que contestarlo por Facebook.
“Fue hace tanto, tanto tiempo que mi primera reacción cuando me contactó Lorraine fue ‘no se trata de mí’, pero después recordé. Ese día eramos 12 personas en el yate y de repente tuve la idea de escribir un mensaje en una botella, que es una de esas cosas que todos los niños hacen alguna vez”, dijo Olivier Vandevalle, quien ahora tiene 47 años, al diario británico Daily Mail.
“Nunca me imaginé que iba a ver el mensaje otra vez, pero de pronto esta mujer inglesa apareció de la nada con él. Es increíble que ella haya sido capaz de encontrarlo y no puedo creer que haya estado en el mar todos estos años”, declaró Olivier al diario The Sun.
Además, Olivier, quien hoy luce casi igual de flaco que en 1977 (cuando envió el mensaje) pero con el cabello algo más oscuro, recordó que su padre le insistió en que selle la botella con sebo de vela, para asegurarse de que el agua de mar no penetre en ella.
Mientras la botella navegaba a la deriva por los fríos mares ingleses durante 33 años, Olivier tuvo dos hijos. Hoy, uno tiene 16 años y el otro 20. Y copiaron la gran experiencia del padre, enviando sus propios mensajes al océano.
Vía Clarín.com