12 agosto, 2011
Como todo treintañero, mis primeros pasos en el mundo de la informática no fueron en la PC. La primera vez que tuve contacto con una computadora fue en la casa de un vecino, cuyo padre -un comerciante con ciertos aires de ostentación- le había comprado una TK85 (clon de la ZX81, de Sinclair). Recuerdo la transpiración en la frente del muchacho mientras el hombre esputaba frases del tipo “¡Dale nene! ¡Me gasté xxxx pesos en este aparato! ¡Que haga algo!!“. Pobre mi vecino: apenas si podía ensayar algunos comandos de Basic que un amigo le había enseñado, para no obtener otra cosa que mensajes de error. Claro, el señor esperaba que salieran luces de colores del televisor, y sólo veía caracteres de los cuales no entendía nada.
Más cerca de la PC, llegó la MSX que conocí gracias a mi amigo Martín Benítez (pionero en Linux y composición de música electrónica con la PC, a través de archivos MOD de 4 pistas). Recuerdo que había logrado conseguir un modelo con disquetera externa, un verdadero “lujo” para la época, cuando la mayoría guardaba o leía sus programas en casetes de audio (datasetes), con todo el embrollo que ello implicaba. Recuerdo llegar entusiasmado a su casa con un libro en formato de folleto con el título “Programe sus propios juegos” en una mano (Basic puro), y un flamante disquete de densidad simple en la otra. Jornadas de más de 12 horas frente a un monitor de fósforo verde y ojos rojos, al borde de la lágrima, eran un clásico de los viernes.
Lo interesante de la disquetera de la MSX era que en su firmware incluía una versión de MS-DOS totalmente funcional. Claro, la MSX incluía un procesador Z80, que a nivel de código era compatible con el Intel 8080, y de ahí esta posibilidad. La cosa es que, cual gestor de arranque, con la disquetera conectada se podía elegir entre correr el sistema original de MSX o DOS. Por aquel entonces las aplicaciones para PC no abundaban, y de lo poco que había teníamos que descartar las que, por limitaciones del procesador, no podían correr en esa versión del sistema de Microsoft. Así que la mayoría de las cosas las hacíamos en Basic.
Fue para el año 1992 que entró en mi casa la flamante AT 80286, en su clásico gabinete color beige, con disquetera de doble densidad (tremendos 1,2 MB de almacenamiento), 256 KB de RAM y monitor monocromático con fósforo blanco. ¿Disco duro? ¡Ni lo sueñes! ¡Pero se terminaba toda una era de compumaníaco “de prestado”!
Recuerdo las semanas previas a la llegada del equipo, a sabiendas que mi padre ya lo había encargado. Me había comprado y etiquetado dos disquetes de 5 1/4, para “tener listos” para todo lo que iba a hacer con ellos, y mientras tanto practicaba con un teclado que habían dejado a reparar en su taller de electrónica, escribiendo mi nombre y frases varias, para “ganar velocidad de tipeo”.
Cuando llegó fue una de las sensaciones más fuertes que recuerdo. El vendedor nos había entregado un disquette con MS-DOS 4.01, y un menú de arranque que funcionaba a partir de un archivo Batch, dando lugar al inicio de un par de aplicaciones. Mi “espíritu hacker” se despertó el día que descubrí cómo era la lógica de ese archivo Batch, y por lo tanto lo pude modificar para armar el menú “a mi gusto”. Para ponerlos en contexto, vivía en una ciudad de 50.000 habitantes, Internet por supuesto no existía ni en nuestras mentes, y lo poco que se podía aprender de una PC era a partir del “boca a boca” y de alguna revista que el kiosquero se dignara a traer, entre ellas la histórica PC USERS.
En los días posteriores una caja de zapatos se fue llenando de unos cuantos disquettes con programas que intercambiaba con otros amigos, en algo así como un “P2P en mano”. Era impresionante la habilidad que ganaron mis manos para cambiar de uno a otro, sobre todo con aquellas aplicaciones (juegos principalmente), que demandaban que uno tenga que repartir los datos.
También tuve mi primer contacto con los virus: Michelangelo y Stoned fueron los primeros en desembarcar en mi computadora, y el antivirus de McAfee el primero en combatirlos. Horas para revisar disquete por disquete hasta dejar todo limpio. Igual, luego venía algún amigo con una novedad, bien infectada, y todo se iba al diablo nuevamente. De todas formas, por aquel entonces los virus no eran más que una “molestia”. No había peligro de robo de datos, identidad o pérdida de información importante. El antivirus era más una cuestión de “pulcritud” que de necesidad.
Si les gustó la historia hasta acá, les prometo una segunda parte con cuestiones como el desembarco de los juegos y el SimCGA, mi primera placa de sonido (previa construcción del adaptador vía puerto paralelo que me enseñó a hacer PC USERS), el cambio de monocromo a VGA con escalas de grises, la llegada del disco duro, la TV Coder -que por primera vez me permitió ver la imagen de mi PC en un televisor-, la lectora de CD, la composición y grabación de música, y otras tantas maravillas que fui descubriendo con el correr de los años.
Y, por supuesto, queda hecha la invitación para que ustedes aporten sus propias historias con esta maravilla que ya lleva 30 años dándonos tantas alegrías.
Andrés Fiorotto
@andresfiorotto