12 julio, 2011
En la cadena que conforma a la seguridad de nuestra información, uno de los eslabones más débiles es el pendrive. Propenso a perderse o ser atacado por la horda de virus que espera a víctimas como éstas en varias computadoras de usuarios descuidados, no es precisamente el lugar más seguro para guardar información sensible a nuestra vida personal o trabajo.
Sin embargo, como dignos animales que tropezamos 100 veces con la misma piedra, así andamos por la vida, con esas fotos comprometedoras o el informe que nuestro jefe nos encargó con tanto recelo, alojado en uno de los dispositivos más pequeños y vulnerables que la informática pueda ofrecer.
Por fortuna hay propuestas tanto del lado del hardware como del software para ayudarnos con esto, acudiendo a, por ejemplo, el famoso encriptado de 256-bit. Podemos citar como ejemplo al Corsarir Padlock 2, que nos permite asignarle a la unidad un PIN de 4 a 10 dígitos, que deberemos ingresar a través de su propio pad de botones, y sin el cual la información es inaccesible. Como todo el sistema de encriptado está alojado en el propio pendrive, no hace falta instalar nada en la computadora, y es compatible con Windows, Mac OS X y Linux.
Pero la protección a la información no es cosa de estos últimos tiempos, y ya en el siglo XVI había mentes preocupadas por esto que encontraron la solución en dispositivos como el Criptex: un cilindro contenedor que sólo podía ser abierto si se accionaba su mecanismo para dar con la clave numérica que liberaba la traba. El famoso libro y posterior película “El código Da Vinci” lo mostraba como una creación de Leonardo Da Vinci, aunque esto nunca fue comprobado.
La cuestión es que un diseñador ruso, a pedido de una empresa de San Petesburgo llamada “Proyecto 111“, decidió llevar esto al mundo de los pendrives, obteniendo un gadget tan vistoso como efectivo. Si bien el dispositivo todavía no funciona al 100%, y menos está disponible para la venta, el sólo ver las fotografías nos llena de ganas de tener uno de éstos en el bolsillo.
En el sitio SteamPunker se publicó un artículo que muestra todo el proceso de fabricación: desde la orden de pedido hasta las fotos del prototipo, pasando por los diseños en Autocad. El sistema es rudimentario pero efectivo: se deben girar 5 ruedas numéricas para armar la secuencia correspondiente a la clave, y solo así se libera la traba que permite retirar al pendrive del interior del cilindro. Caso contrario, es inaccesible.
Una genial idea que combina romanticismo con tecnología, haciéndola casi irresistible.