10 diciembre, 2008
Algunas de las oscuras consecuencias serían desconcentración, falta de comunicación y aislamiento: los menores de 15 años serían las víctimas del nuevo flagelo ¿cómo evitarlo?.
De vez en cuando Clarín.com saca artículos interesantes, y nosotros, desde nuestra posición de medio, creemos que vale la pena difundirlos. Aquí les copiamos la nota en cuestión, publicada el pasado martes, que a primera vista puede parecer un tanto infantil y pedagógica, pero que en una lectura profunda permite pararse cara a cara frente a la problemática real.
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Una piedra más en el polvoriento camino que padecen los adolescentes. Los “nativos digitales” tienen una nueva generación, que corre de forma aún más estrecha a la par de la tecnología: se trata de la “Generación MP3”, los chicos sub-15 que, cuando no duermen, hacen todas sus actividades con los auriculares en las orejas: el chat, las caminatas con sus padres, los viajes en colectivo, la tarea de la escuela y hasta los ratos ociosos en clase. Un fanatismo que, de a ratos, se confunde con la obsesión. Y eso, para muchos, puede derivar en riesgo: desconcentración, falta de comunicación, ausencia de palabras.
Algunos expertos se preocupan. Un estudio de la clínica de la Universidad San Vicente Mártir de Valencia (España) concluyó que “el abuso de estos aparatos provoca el aislamiento de los más jóvenes, tanto en el entorno familiar como con los amigos”.
“La adolescencia en sí misma es un riesgo”, opinó Rebeca Hillert, licenciada en Psicología, del Centro Dos y autora del libro “El tren de los adolescentes”. La especialista continúa: “No es el aparatito el que causa aislamiento. Los chicos están aislados y encuentran en éste algo que les viene justo. En efecto, la tecnología favorece la característica propia del adolescente”.
Ailín Hernando tiene 12 años y lo primero que hace cuando llega de la escuela a su casa es encender su teléfono celular (los padres no le permiten llevarlo al colegio) y escuchar música. En otros ámbitos no necesita llegar a casa para eso. “Lo tengo siempre encima. Cuando voy a hockey, cuando vuelvo y también mientras viajamos los días de partido, de club a club”, cuenta.
En su explicación no aparecen conflictos con el mundo, rebeldía o algo parecido. “Escucho música porque me gusta”, dice, lejos de la ironía. Doris, su mamá, está atenta. “A veces tengo que ponerle un límite porque está todo el día conectada. Cuando no es al celular, es a Internet. Por ejemplo, es de hacer cuentas y estar con la música. Me parece que pierde la concentración”, entiende. Su hija, en eso, coincide: “Puede ser que pierdas atención”. Pero en la familia Hernando no se lo toman como un drama. “Es algo natural en los chicos de hoy. Está en los padres controlar que no abusen”, reconoce Doris.
En los últimos años, los reproductores de MP3, MP4 y los celulares que incorporaron estas características se han convertido en los productos más vendidos de la industria del ocio (algunos dicen que “de la historia”). El año pasado, Apple alcanzó los 100 millones de iPod vendidos. “Se venden mucho, y en cuanto los celulares empezaron a tener la opción del MP3, su venta también subió vertiginosamente”, comentan a Clarín en una importante cadena de electrodomésticos. De hecho, un informe sobre la Generación Interactiva, hecho por Telefónica, revela que la mitad de los chicos argentinos que tienen celular lo usan principalmente para escuchar canciones.
Desde la Universidad de San Vicente Mártir insisten: “El abuso del MP3 puede inducir la aparición de ansiedad y afectar la autoestima”. Pero la socióloga de la UBA Ana Wortman se pregunta: “¿De qué y de quiénes se quieren aislar los adolescentes? ¿Será que el entorno les resulta hostil? En todo caso, esta tecnología y este modo de escuchar música dan cuenta de la individualización de lo social”.
El otro peligro del abuso de estos dispositivos es la pérdida de audición. “Hay un grupo de chicos, que no podemos identificar aún, que está en riesgo alto si abusan del MP3 por horas consecutivas y casi todos los días de la semana. En diez años podrían verse las consecuencias”, advierte Carlos Boccio, profesor de la UBA y jefe de Otorrinolaringología del Hospital Italiano. “Es eso lo que más nos preocupa, más que el aislamiento”, se suma Doris, la mamá de Ailín.
En ese sentido, Hillert aconseja a los mayores: “Hay que recordar cuando fuimos adolescentes. ¿Qué puede hacer un chico de 15? ¿Filosofar? Yo no atendí a nadie que sufra por tener un MP3. En todo caso, sufre por no tenerlo”.
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