29 abril, 2011
Probablemente, no muchos de ustedes conozcan a Manuel Sadosky. Como presentación podemos decir que fue el responsable de traer en 1960 a Clementina, la primera computadora científica que llegó al país y que fue instalada en el Pabellón I de la entonces flamante Ciudad Universitaria. Además, creó ya en esa época la carrera de Computador Científico y, veinte años más tarde, fue Secretario de Ciencia y Tecnología del gobierno de Raúl Alfonsín.
La Clementina era una computadora a válvulas, que medía 18 metros de largo y que requería de un gran equipo de refrigeración. La entrada de datos y programas se hacía a través de cintas de papel perforadas parecidas a las de los teletipos de la época. Inicialmente no tenía impresora.
La memoria de trabajo era de 1K (si, “un” K!) y tenía 4 “tambores” de memoria (el equivalente al disco duro) de 8K cada uno. Sadosky, quien falleció en 2005, a los 91 años, tenía un destino para Clementina, toda una proeza para la época: ser el soporte del Instituto de Cálculo de la UBA y, desde allí, constituir un servicio público de computación para que todas las ramas productivas del Estado se beneficien de ello. Sí, hace medio siglo, cuando la palabra informática aún no existía.
“Ya a fines de los años 50, la computación emerge como una ciencia que va a impactar en muchos otros aspectos de la vida social, en particular en los productivos, en las empresas, ya que todavía ni se pensaba que impactaría en los hogares y la vida personal”, cuenta Raúl Carnota, investigador de la historia de la Informática y coordinador junto a Ricardo Rodríguez del Programa de Conmemoración del Medio Siglo de Clementina.
“Sadosky vislumbra un sistema nacional de computación, que le pueda dar soporte a las empresas públicas y que crezca en infraestructura, para trabajar en todo el sector estatal: Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), ferrocarriles, YPF, agua, energía. Pero, además, que la investigación básica en computación esté dirigida a solucionar los problemas que planteaban esos sectores“, añade Carnota.
¿Cómo podría beneficiarse el país con este sistema? El propio Sadosky, lo fundamentaba con varios ejemplos en un paper escrito en 1962, cuando ya hablaban de computadoras y de modelos de simulación, dos términos que ya dejaron de ser exclusivos de los ambientes científicos.
Nuestro Instituto (de Cálculo) (…) ha diseñado un modelo de economía argentina que, sin duda, será de gran utilidad para todos aquellos que quieran ensayar diferentes políticas en el campo económico”
Otro ejemplo que conviene mencionar es el relativo al trabajo sobre el aprovechamiento de los ríos de la zona cuyana, que ha realizado el Instituto de Cálculo sobre la base de un convenio establecido con el Consejo Federal de Inversiones y con CEPAL. Utilizando el método de simulación, (…) nuestros expertos han hecho un modelo que permite ensayar diversas alternativas de acuerdo con las indicaciones que hacen los ingenieros especializados y obtener, utilizando la computadora electrónica, una cantidad de resultados correspondientes a las hipótesis a priori, que permiten luego establecer la mejor política a seguir.
(…)
El Instituto se ocupó de un problema de la Dirección Nacional de Vialidad, sobre la determinación de los mayores costos en las construcciones viales, que significó una reducción sensible en el tiempo en que podía solucionarse esa cuestión vital para la economía de la construcción.
Manuel Sadoski, 1962
Según Carnota, la iniciativa de Sadosky sostenía una conexión muy estrecha entre la investigación y su proyección social. “No aceptaban trabajos de ‘rutina’, sino que les interesaban los proyectos solicitados por empresas y el estado, pero que a la vez tengan un elemento de novedad y de vanguardia”.
Pero el Servicio Nacional de Computación no iba a ser una máquina sola, sino que se pensó como una red, justo en la década de 1960, cuando se crea en los Estados Unidos a Arpanet, el germen de la Internet que conocemos ahora. “El Instituto de Cálculo estaba negociando la adquisición de un equipo de la empresa francesa Bull para reemplazar a Clementina. Se planeaba conectarla a terminales en otros puntos de la UBA y perseguía una proyección nacional”, revela Carnota.
“Si bien pudieron concretarse proyectos bilaterales, con el Consejo Federal de Inversiones, el INTA, el Consejo Nacional de Desarrollo, YPF, el INDEC y otros organismos, no contaron con la empatía estatal, a pesar de que organismos como la CEPAL le solicitó al Instituto de Cálculo un modelo macroeconómico de Chile, basándose en la calidad de los desarrollos y el carácter pionero en América Latina, no por la computadora en sí, sino por el espíritu de investigación“, agrega el Investigador.
Ahora, bien, ¿de qué se privó la Argentina al no haberse cumplido los planes de Sadosky ? Para Carnota, “nos perdimos un equipo humano con un perfil interdisciplinario y un nivel científicos de primera, pero más que nada que este equipo aplicara los recursos de la nueva ciencia computacional a la resolución de problemas importantes del país y de la sociedad, que era su verdadero espíritu”.