REDUSERS | Userlandia | Todo el Mundo

Humanos tecnológicamente mejorados: Cuando la ciencia ficción se vuelve realidad


Esta nota fue publicada originalmente en la edición 292 de revista USERS. Podes suscribirte a la versión impresa y/o digital aquí.

Por Alejandro Franco

El Cyberpunk es un subgénero de la ciencia ficción que surgió a principios de los años 80. Sus adalides –entre los que se cuentan William Gibson, Bruce Sterling y Pat Cadigan– pintaron un mundo oscuro e hipertecnologizado en donde las diferencias entre las clases sociales eran abismales y las corporaciones dominaban el planeta. En el fondo, lo que hacía el Cyberpunk era hacer una lectura sombría y proyectiva de lo que venía ocurriendo con el Japón surgido en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.

Los nipones reconstruyeron su país gracias a las industrias de alta tecnología, y se habían transformado en un imperio con proyección económica a nivel mundial, un detalle que generaba tanta admiración como temor en los círculos económicos e intelectuales del primer mundo. Pero semejante avance tenía sus costos –los que iban desde superpoblación del territorio nacional hasta el surgimiento de las multinacionales como entidades de poder de facto–, lo cual era alarmante. Los creativos del Cyberpunk tomaron esas lecturas y las impregnaron en sus textos alegóricos, generando historias que trataban sobre sociedades adictas a la tecnología, olvidadas de los valores morales y marcadas por abismales diferencias sociales.

Tras un accidente en pruebas aeroespaciales, al “hombre nuclear” lo repararon con un increíble ojo biónico (entre otras cosas).
Tras un accidente en pruebas aeroespaciales, al “hombre nuclear” lo repararon con un increíble ojo biónico (entre otras cosas).

Humanos y máquinas

Uno de los detalles más inquietantes del Cyberpunk fue su obsesión con la posibilidad de fusionar máquinas y seres humanos. Una década antes que William Gibson publicara Neuromancer (1984) –la cual es considerada la obra seminal del género–, el astronauta Steve Austin realizaba proezas físicas imposibles gracias a sus miembros biónicos en la serie de culto El Hombre Nuclear (1973-1978). En aquel entonces hablábamos de brazos y piernas robóticas, aunque el detalle destacado de la serie era el ojo biónico del protagonista, capaz de ver objetos a distancias enormes y con un grado de detalle imposible de igualar por el ojo de cualquier mortal.

Es precisamente ese ojo biónico el que dispararía la imaginación de los autores más febriles del género fantástico. Un brazo mecánico extra fuerte no es difícil de imaginar (e incluso, de proyectar y construir en el mundo real), pero ¿qué hay de un aparato capaz de intercambiar información de manera directa con nuestro cerebro? Si dicho dispositivo fuera eficiente, ¿no sería mejor reemplazar nuestros propios ojos por semejantes aparatos? ¿El cuerpo aceptaría semejantes implantes? Y nuestro cerebro, ¿estaría en condiciones de asimilar semejante caudal de información, algo jamás visto por ningún ser humano?

El Hombre Terminal (1974) es uno de los primeros alegatos surgidos en contra de tales teorías. Un genial programador (George Segal) padece de epilepsia, y la ciencia ahora le ofrece un método experimental y revolucionario: un chip implantado en su cerebro, el cual controlará los impulsos eléctricos de su mente. El problema es que el cuerpo del paciente no se acostumbra al implante y el chip –confundiendo al temor con un ataque– empezará a dar descargas con una frecuencia y potencia cada vez mayor. El descontrolado individuo terminará convirtiéndose en un asesino serial, una literal máquina de matar que comete actos de violencia de manera repetitiva e interminable.

En 1995 Keanu Reeves ya andaba en cosas raras, como lo demuestra esta imagen de Johnny Mnemonic.
En 1995 Keanu Reeves ya andaba en cosas raras, como lo demuestra esta imagen de Johnny Mnemonic.

Los implantes están a la orden del día con Johnny Mnemonic (1995, y basado en un cuento de Gibson). El protagonista trabaja de courier… pero el cargamento que transporta está en su cerebro, un chip de memoria que contiene altos secretos y el cual debe ser descargado en las instalaciones de su pagador. El problema se da cuando los datos ingresados superan en exceso la capacidad de Gigabytes tolerados por el mensajero… lo cual terminará por matarle si no descarga el exceso de información en 24 horas. Mientras tanto, una horda de yakuzas, piratas informáticos y terroristas de todo tipo se ha lanzado tras sus pasos, dispuestos a masacrarlo con tal de poner sus manos en la preciosa información almacenada en su chip de memoria.

En Japón

Si el Cyberpunk es una reinterpretación liberal de la sociedad japonesa… ¿qué mejor que los japoneses para abrazar el género? Desde Ghost in the Shell (1995) hasta Tetsuo, el Hombre de Hierro (1989), pasando por 964 Pinocchio (1991), las fusiones entre computadoras, máquinas y personas han estado a la orden del día. Eso sin contar a los Borg de Viaje a las Estrellas: la Próxima Generación, y series como Intelligence (2014), en donde el protagonista maneja a voluntad una nanocomputadora instalada en su cerebro.

Una cosa es segura: nuestro cuerpo es perfecto y es una obra maestra de la ingeniería biológica proporcionada por la naturaleza… pero al ser humano no le basta. Es necesario sobrepasar la frontera de lo físico para rozar la perfección. Ya no se trata de compensar lo que el tiempo ha desgastado de manera natural, sino de entrar en otra dimensión de sensaciones, elevando el rendimiento a niveles tan altos como desconocidos. Es apropiarse de la infinitud de la máquina y sumarla a la complejidad de nuestro cerebro, una apuesta tan tentadora como riesgosa ya que ello equivale a un forzado y gigantesco salto evolutivo para el cual nuestros cuerpos no se encuentran preparados.

El pesimismo tecnológico representado en este cuadro de The Terminal Man (1974).
El pesimismo tecnológico representado en este cuadro de The Terminal Man (1974).

Implantes cerebrales en la ficción y en la realidad

  • De acuerdo a la zona aplicada, los estímulos eléctricos en el cerebro pueden producir tanto movimientos como cambios de humor, y los primeros experimentos sobre el tema se realizaron a fines del siglo XIX.
  • En la novela de William Gibson “Neuromancer”, el protagonista debe huir de un grupo de mercenarios, los cuales poseen implantes cerebrales capaces de realizar su visión, memoria, fuerza, etc. Incluso dichos dispositivos permiten grabar – en primera persona– sus experiencias personales y reproducirlas como cualquier archivo de video.
  • Actualmente se han desarrollado implantes cerebrales con fines analíticos, los cuales se utilizan en el estudio de las reacciones del cerebro humano. Esto está permitiendo entender el funcionamiento de nuestra mente en situaciones extremas (físicas o anímicas), o monitorear el deterioro del mismo en el caso de enfermedades degenerativas como Parkinson o el mal de Alzheimer.
  • La optogenética es la disciplina que utiliza una combinación de patrones de luz (provistos por fibra óptica), remedios y terapia genética para estímular partes designadas del cerebro humano. Su fin es permitir el control de impulsos descontrolados, y rehabilitar funciones perdidas. En uno de sus más recientes experimentos, la optogenética logró restaurar la audición en un ratón de laboratorio, a base de estímulos directos a su espiral ganglionar (un manojo de nervios esenciales alojados en la base del cerebro).

Más leídas

Últimas noticias