7 abril, 2014
Años atrás, cuando la idea de la computación en al nube comenzó a materializarse, la primera reacción de muchos usuarios de PC fue adoptar una actitud de desconfianza. A veces se trataba de una mera precaución frente al cambio, pero en otras oportunidades se llegaba a extremos de rechazo como el de Richard Stallman, quien entonces calificó a todo el asunto como una simple “estupidez”.
Pronto la desconfianza cedió su lugar a la aceptación. Después de todo, ¿quién no había utilizado ya durante años una cuenta de correo de Hotmail o algo similar? La nube puede ser una conceptualización nueva, una palabra justa para nuestra época, pero su realidad tiene raíces que se pueden rastrear hacia los orígenes de Internet.
Para los usuarios comunes, aquellos que no están ansiosos por adoptar novedades ni sienten aversiones a lo Stallman, sino que buscan la mejor manera de hacer las cosas en su vida digital, la transición fue gradual y natural. Sobre todo a partir de la aparición de Gmail, el meteorito de varios gigabytes que causó la extinción de los clientes de correo de escritorio y que mudó a miles de usuarios hacia la nube. En el nuevo ecosistema, Google Docs permitió manejar y compartir documentos simples de una manera ágil. Luego, Dropbox hizo posible que cada cual tuviera su propia nube de archivos y que se rompieran las barreras entre dispositivos.
El cúmulo de servicios web, más o menos disgregados, que se fueron instalando como indispensables en la vida cotidiana consolidaron una tercera etapa en la relación de los usuarios con la computación en la nube. La de la necesidad. El hecho es que ya no realizamos una evaluación profunda cada vez que vamos a utilizar una aplicación online; simplemente forma parte de la cotidianeidad y de nuestro entorno de trabajo. Dependemos de ellas para tener nuestra información en todos lados.
Y ahora que la nube ha triunfado, ¿existe una cuarta etapa? Creemos que sí, que se trata de una etapa de exploración. Si volvemos a examinar el concepto de nube y sus implicancias entenderemos que no se trata sólo de establecer o adoptar nuevas estructuras sobre los viejos equipos aislados. Pensemos en una nube real: su principal característica es la fluidez, el cambio de forma permanente. Por el lado de la informática se ve también un poco de eso: los servicios, los modos de uso y las posibilidades cambian. La exploración de lo nuevo hace que podamos acompañar ese transitar fluido de la nube. Y sobre eso trata, justamente, el artículo de tapa de esta edición de USERS: los 50 mejores servicios de Internet.
Editorial publicada en revista USERS 276.