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En Japón, la tecnología es endogámica


En Japón hay 100 millones de usuarios de smartphones, y compañías locales como Panasonic, Sharp, Toshiba, NEC, Fujitsu o Fujifilm, entre otras, venden allí sus teléfonos móviles o cámaras digitales más sofisticadas pero son incapaces de exportarlos fuera de sus fronteras: en esta nota te contamos por qué.

Probablemente muchas veces nos enteramos de lanzamientos de celulares con un tamaño que apenas duplica al de una tarjeta de crédito, o de cámaras digitales que tienen toda la tecnología encima, como la máquina 3D que anunció recientemente Fujifilm, pero luego vemos que sólo estarán disponibles en territorio nipón, y si queremos conseguir esos modelos nos será bastante difícil encontrarlos.

Según el portal baquía.com, Japón es sin duda el país más vanguardista en materia tecnológica, con conexiones de mega banda ancha que permiten disfrutar de servicios que en países como el nuestro todavía suenan a ciencia ficción, mientras que los teléfonos móviles de un usuario medio no tienen nada que envidiar a los de gama alta de cualquier otra nación.

Sin embargo, los sofisticados equipos que compañías como Panasonic, NEC, Toshiba, Fujitsu o Sharp venden en Japón no se encuentran fuera de sus fronteras. Sólo Sony Ericsson, que es en realidad una asociación de Sony con una empresa sueca, es la excepción.

Los mismos japonenses tienen un nombre para definir este problema por el que sus firmas, líderes en innovación, son incapaces de hacer negocio internacional con sus productos: el síndrome Galápagos.

La denominación se refiere a los descubrimientos de Darwin en dichas islas, donde encontró especies muy evolucionadas con respecto a sus parientes en otras partes del continente.

El origen del problema se remonta a la década de 1990, cuando la industria definió unos estándares para las redes móviles de segunda generación que fueron rechazados en el resto del mundo.

Esto creó un mercado de aplicaciones cerradas, con gran desarrollo del comercio electrónico y la industria de los contenidos dentro del país, pero que lo aisló internacionalmente.

Algo parecido sucedió en 2001, cuando se adoptó el estándar 3G: el resto del mundo aún no estaba preparado para tan rápidos avances y, por otro lado, durante finales de los 90 y principios de esta década, la gran demanda interna desmotivó a las empresas japonesas para expandirse internacionalmente.

De esta forma, las compañías niponas destinaron toda su producción al mercado interno, donde la actual recesión económica provocó que la competencia se dispare al máximo, con ocho empresas disputándose un mercado que se estima este año en ventas de 30 millones de teléfonos.

Otro tema tiene que ver con el hardware: los smartphones japoneses están diseñados para mil usos. Por ejemplo, el Sharp 912SH incluye una pantalla LCD que gira 90 grados, GPS, lector de códigos de barras, TV digital, funciones de tarjeta de crédito, videoconferencia y activación por reconocimiento facial.

También existen recientes innovaciones para este tipo de dispositivos como lograr que funcionen en base a la energía solar o con pilas y baterías impermeables, cuya incorporación es gradual más que revolucionaria.

Sin embargo, los desarrolladores japoneses envidian la popularidad mundial del iPhone y la App Store de Apple, que impulsaron la industria móvil norteamericana y europea lejos de las obsesiones de las especificaciones de hardware y software.

De acuerdo a Tetsuro Tsusaka, analista de telecomunicaciones, “no es demasiado tarde para que la industria móvil de Japón examine el extranjero”, aunque más allá de sus declaraciones,  habría que considerar si para el usuario occidental, tanta abundancia de funcionalidades pueda llegar a ser abrumadora o hasta innecesaria. ¿Qué opinan ustedes?

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