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Suecia quita “ingoogleable” de su lista de nuevas palabras


El Concejo del Lenguaje de Suecia finalmente desistió y quitó la palabra “ingoogleable” (cuya traducción al sueco sería “ogooglebar“) de su próximo listado de nuevas palabras.

La decisión de la autoridad nacional sobre el lenguaje de aquél país nórdico sobrevino a las presiones por parte de Google para que la definición de ese neologismo sea un tanto más halagadora para con la firma. Es que durante diciembre del año pasado, el Concejo presentó su lista de posibles nuevas palabras, y la explicación que proponían describía algo “que no se puede encontrar en la web mediante el uso de un motor de búsqueda”, mientras que Mountain View pretendía que esa definición fuera reformulada, circunscribiendo los casos solamente a las búsquedas con Google, algo que el Concejo no estaba dispuesto a hacer.

El concejo se decidió finalmente, y antes de darle el gusto a la empresa, por retirar el término de sus listas. “Quitaremos la palabra hoy y demostramos nuestro desacuerdo con la intención de Google de controlar el lenguaje“, dijo Ann Cederberg, la presidenta del Concejo. Cederberg destacó además que involucrar a los abogados de Google les significó “demasiado tiempo y dinero”.

Pero claro, el hecho de que la autoridad competente en la lengua sueca no contemple algunas palabras no significa que la gente deje de usarlas: “ingoogleable” (o, para hablar con propiedad, “ogooglebar“) es un término muy popular en la actualidad para los suecos, y Google no logrará que los habitantes dejen de usarla.

Ann Cederberg no lo podría haber dicho mejor: “si queremos tener “ogooglebar” en nuestro lenguaje, entonces usaremos la palabra, y será nuestro uso el que le dará el significado, y no una multinacional ejerciendo presión“, y agregó “Google olvidó que el desarrollo del lenguaje no contempla la protección a las marcas“. Clarísimo.

Viéndolo en perspectiva,  Google se enfrenta al mismo dilema al que se enfrentaron muchas otras grandes firmas: conforme crece su popularidad y se convierten en referentes en su área, se transforman en palabras genéricas. Sobran los ejemplos en nuestra propia lengua: ¿quién no compró una “gillette” para afeitarse?, casi siempre se piden “curitas” cuando nos cortamos, y pocas veces se compra fécula de maiz cuando se pide una caja de “maicena“.

Y aún más, algunos directamente se pierden en el tiempo, como nylon, teflón, rímel o el mismo celofán. Todas eran (y en el mejor de los casos, aún lo son) marcas registradas.

Con esto, vale decir que a pesar de los esfuerzos por parte de Google para tratar de que su nombre no sea usado sin autorización, las restricciones eventualmente sucumbirán ante cada situación de duda en frente a una PC o un algún otro dispositivo conectado a internet, cuando en busca de una solución, alguien formule la palabra mágica: “googlealo“.

Vía: The Verge, The Local

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