12 junio, 2012
Un estudio del Observatorio Regional de Banda Ancha de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) confirmó que los precios de la banda ancha en América Latina son mucho más caros en comparación con Europa.
Además, la Unidad de Innovación y Tecnología (TIC) de la CEPAL toma los datos revelados y hace un estimado anual del costo promedio para una conexión de 1 Mbps de banda ancha fija en relación al PBI per cápita promedio mensual: para comparar países disímiles, se establece cuál es el porcentaje del costo de vida que le representa a un usuario latinoamericano un mes de internet.
El podio lo integran Bolivia, Paraguay y Perú. El primero gana por escándalo, con casi 90 dólares el Mbps, con una conexión probada como muy lenta. Si se comparan los datos con el mercado europeo, la realidad es que los sueldos hacen que el porcentaje de internet dentro del costo de vida sea mucho más reducido en primera instancia, pero incluso los precios concretos en dólares son sólo una fracción si comparamos, por ejemplo, a Francia (2,07 dólares) con Panamá (10,23 dólares). En el particular de Bolivia, la imposibilidad de conectarse a cables submarinos juega muy en contra, ya que en la mayoría de las veces, para tendidos terrestres, no se suele utilizar fibra óptica, sino el viejo cable telefónico de cobre.
En diálogo con BBC Mundo, Pablo Mancini, director de estrategias digitales de la página argentina de noticias Infobae, dice que internet se inventó en países desarrollados y que países como los latinoamericanos no han desarrollado la infraestructura tecnológica necesaria para que tenga más alcance y por consiguiente sea menos caro.
Asimismo, es justo mencionar que la falta de inversión en esta tecnología no es privativa del país de Evo: las conexiones al interior de los demás países tampoco son de buena calidad, particularmente conforme las mismas se van alejando de los núcleos más poblados, ya que es costoso instalar fibra óptica para llegar a lugares remotos, y ese costo no se puede amortizar adonde no hay suficientes usuarios. Esto, a su vez, redunda en la poca inversión incluso en las comunicaciones entre países: a pesar de que se proyecte agilizar la conexión en Sudamérica instalando un anillo de fibra óptica en la región, todavía, para enviar datos desde Chile hasta Brasil, se debe pasar por Miami.
Como dice Carlos Cortés, investigador del Centro de Estudios en Libertad de Expresión de la Universidad de Palermo (Buenos Aires): “es como cambiar una tubería”. “Hacer el cambio es caro y lento, y es difícil conseguir clientes que lo paguen“, concluye.
En este sentido, se coincide en que el cambio parte de una decisión política, ya que en tanto los gobiernos no pongan de su parte para reparar esta brecha invirtiendo en infraestructura, es poco probable que las empresas multinacionales quieran volcar capitales. Pero el compromiso, en el mejor de los casos es doble: en Chile, por ejemplo, se han asignado licencias para obligar a los nuevos operadores móviles a expandir el servicio a áreas remotas donde el mercado no es atractivo.