22 noviembre, 2011
Estoy sentado en un auditorio con un selecto grupo de periodistas especializados. En una pantalla gigante vemos lo que ocurre en ese mismo momento en el quirófano que hay al lado: están durmiendo a un paciente a punto de ser operado. La anestesia cobró efecto, el paciente ya dejó de respirar por sí mismo, el anestesiólogo procede a insertarle un tubo en la tráquea para darle oxígeno. En eso escuchamos ¡TENEMOS PROBLEMAS, NO SE PUEDE ENTUBAR! El indicador de oxígeno en sangre empieza a bajar, los doctores se agitan alrededor del paciente, los niveles siguen cayendo. El público se enerva, incómodo, a mí me sudan las manos. Pero el doctor a cargo de la anestesia finalmente hace entrar el tubo en la traquea y los niveles de oxígeno se normalizan. Respiramos todos aliviados…
Por unos momentos olvidé que estoy en la presentación de un Simulador de Paciente Humano en la Asociación de Anestesia, Analgesia y Reanimación de Buenos Aires (AAARBA). El muñeco es utilizado para que los estudiantes de anestesiólogía puedan enfrentarse a situaciones de la vida real, como un entubamiento difícil (¿a quién no le pasó?).
El maniquí simulador, en escala real, muestra signos vitales como latidos, respira, sangra, abre y cierra los ojos, contrae sus pupilas. Se lo conecta a los mismos aparatos que un paciente de quirófano para medirle presión arterial, pulsaciones y demás. Al administrarle distintas drogas por via aérea, los receptores químicos del simulador detectan la droga y los signos vitales reaccionan acorde. La administración por vía intravenosa se hace con drogas de mentira, pero las jeringas tienen un código de barras que indican al simulador lo que estamos inyectando y una balanza de presición en el interior del muñeco le indica al simulador la cantidad de droga inyectada. Se le pueden programar distintas dificultades que el estudiante deberá resolver en tiempo real, desde un shock anafiláctico hasta una alergia al latex.
En conversación con los Dres. Daniel Campos y Alberto Jarast, vicepresidente y tesorero respectivamente de AAARBA, nos enteramos de que el simulador costó medio millón de dólares, es de una empresa canadiense y será fundamental en la formación de aproximadamente 400 médicos que se encuentran realizando la residencia en anestesiología.
Hace unos 10 años la anestesiología estaba primera en el ranking de litigiosidad: era la especialidad médica con más juicios por mala praxis. Según nos cuentan orgullosos los doctores, gracias al trabajo de instituciones como la AAARBA, la anestosiología en Argentina bajó al sexto lugar…
Por Miguel Lederkremer