3 julio, 2015
Las redes móviles son el futuro de la comunicación. A nivel global, estas tecnologías avanzan de forma acelerada. Sin embargo, para alcanzar niveles de trabajo nunca antes vistos es necesario una infraestructura superior y que, en general, no logra seguirle el paso a las nuevos desarrollos.
En Latinoamérica y específicamente en Argentina, se está comenzando a implementar la tecnología LTE. Esta velocidad móvil ya se encuntra funcionando en algunos de los países más importantes del mundo. No obstante, estas zonas todavía se encuentran en un proceso de desarrollo e implementación lo que conlleva a un movimiento lento pero continuo.
“Como toda infraestructura, las redes móviles requieren de visión de mediano y largo plazo para una evolución exitosa”, explica el Director de Carrier y Asoc. , Enrique Carrier. “Es clave considerar a los dos pilares de la capacidad y cobertura de una red móvil: espectro y antenas. En ambos aspectos, es necesaria una cuidadosa planificación del Estado, quien tiene a su cargo identificar y asignar el espectro a utilizar así como establecer la normativa necesaria para facilitar la instalación de antenas”.
De la misma forma, es necesaria una articulación con el sector privado: “Los operadores y proveedores deben prever e identificar sus necesidades para ayudar al Estado en sus definiciones cuyo efecto puede demorar en materializarse y tiene impacto por muchos años”, afirma.
Para comprender el crecimiento de la red LTE en Latinoamérica hay que tener en cuenta varios factores: Todavía hay un aumento en la cantidad de usuarios que se incorporan a los servicios móviles, hay una importante migración de teléfonos básicos a smartphones, se registra un aumento exponencial de la demanda de capacidad, surgieron nuevos dispositivos como tablets y módems que también demandan conexión y existe una tendencia a sustituir el acceso fijo al acceso móvil a internet.
Por otra parte, existe el espectro, uno de los pilares para comprender el avance de las rede móviles. Hoy, Latinoamérica se encuentra rezagada respecto al resto del mundo. “Es habitual que un mismo operador cuente con espectro en diversas frecuencias. Esto es la resultante de haber ido adquiriendo espectro en distintas subastas y adquisiciones de otros operadores. La diversidad de frecuencias exige equipos que puedan operar algunas o todas éstas, pero no otorga más capacidad al conjunto de la red”, continúa Carrier.
A pesar de encontrar barreras que parecen difíciles de superar, la solución para estas diferencias de frecuencias parece estar cerca. La versión Advanced LTE o LTE-A permite combinar porciones de espectro dispersas y distribuidas entre varias bandas de frecuencias para que se comporten como un bloque único y contiguo. De esta forma se potencia la capacidad y es uno de los pilares claves en la evolución del 4G.
Otro de los puntos a tener en cuenta es el desarrollo, la colocación y la implementación de un sistema de antenas. Sin embargo, para lograr suplir este factor de la ecuación es necesaria una regulación y una educación adecuada.
“Varios países latinoamericanos están avanzando con legislación nacional para establecer requisitos uniformes y previsibles para su la instalación. Entonces se requiere de una regulación con criterios previsibles, uniformes y realistas así como campañas de educación para derribar mitos”, asevera.
“El desarrollo efectivo y sostenido de LTE requiere tanto de poner la mayor cantidad posible de espectro a disposición así como facilitar el despliegue de antenas en condiciones de seguridad y de no polución visual. En un mercado donde la demanda va más rápido que la regulación será clave que ésta anticipe las tendencias lo más posible para así asegurar servicios de calidad, aprovechando el enorme potencial de 4G”, finaliza Carrier