26 marzo, 2009
A la hora de entrar o registrarse en las redes sociales, pocos son los usuarios que se detienen a leer las condiciones de uso de los portales que visitan o de los que quieren formar parte, suponiendo que esto insume una pérdida de tiempo y haciendo click en todas las pestañas que dicen “aceptar” sin saber lo que realmente contienen, pero ¿qué hay detrás de los contratos para ingresar a un sitio web?.
Por empezar, este descuido por parte de los internautas, que no es ajeno a redes tales como Facebook, Sónico y Hi5, o a sitios como Blogger, MSN Messenger, y Taringa! es aprovechado por algunos anunciantes para vender avisos, dado que el envío de publicidad, uno de los principales sustentos de este tipo de páginas, se pacta en los contratos que nadie lee.
Como ya es sabido, la mayoría de los sitios usan los datos que suben a Internet los usuarios cuando se registran y personalizan los anuncios, propios o de otros que les pagan por ese servicio, y tanto la información que colocan los usuarios en sus perfiles, como los comentarios que expresan hostilidades o preferencias, forman parte de un apetecible legajo virtual que es recolectado con la imprudente aprobación de los beneficiarios, según informó un matutino local.
De este modo, los administradores de los distintos websites pueden segmentar a su público por edad, sexo y nivel educativo, y tener datos precisos sobre sus gustos y costumbres, garantizando a sus clientes que la publicidad que están enviando va a llegar al consumidor indicado.
Según Martín Spinetto, gerente de Servicios Online de Microsoft, “no se comparte la base de datos con otras empresas, pero sí vendemos audiencia“. En el Centro de Privacidad de la firma se anuncia: “Microsoft no venderá, alquilará ni cederá sus listados de clientes a terceros. En ocasiones, como ayuda para poder prestar los servicios, podrá proporcionar datos a otras empresas que actúan en nombre de Microsoft“.
En tanto, Alberto Arébalos, director de Asuntos Públicos de Google, enfatizó el cambio de rumbo que se introdujo en los servicios web: “La publicidad basada en intereses, es una modalidad que le permite al consumidor elegir los temas que quiere ver y, en caso de no estar interesado, seleccionar la opción de no mostrar ninguna propaganda en su sitio“.
Otra cuestión es el uso que en la red se hacen de los materiales que suben los usuarios, lo que puede llevar a quejas por la exhibición de contenidos o imágenes no autorizadas, y si bien es cierto que todavía no se reportó ningún caso de expropiación por parte de una de estas redes, ¿qué sucedería si alguien se consagra como escritor, músico o fotógrafo? ¿Quién garantiza que el contenido que tiene en la página no va a ser explotado por la dueña de todos sus derechos?
Por ejemplo, una de las cláusulas del contrato de MySpace dice que “al mostrar o dar a conocer cualquier contenido en los servicios MySpace o a través de estos, por el presente usted concede a MySpace una licencia limitada para usar, modificar, eliminar o agregar información, presentar públicamente, mostrar públicamente, reproducir y distribuir dicho contenido“.
Algo similar sucede con Taringa!, uno de los portales más visitados por los navegantes argentinos, que se adjudica expresamente los derechos de autor sobre la obra de clasificación y compilación realizada por cualquiera de sus usuarios, obligándolos a transferirle todos los derechos que pudieran corresponderles.
Consultado por el diario Clarín, el abogado Leandro González Frea aseveró al respecto que estos servicios están amparados por la Ley de Defensa del Consumidor, pero que estos contratos de adhesión están redactados de forma unilateral por las empresas, no dando lugar a los usuarios para negociar los términos de inclusión.