17 octubre, 2011
La noticia de la llegada de Netflix realmente me había alegrado sobremanera. Un amigo que vive en Nueva York desde hace unos años me contaba de lo grandioso que era. Y cómo yo siendo tan “tecnológico” no lo tenía. La respuesta era sencilla: “No existe en la Argentina“. Pero eso, eso cambió.
Por lo tanto, corrí a darme de alta en el servicio. Llené todos mis datos rápidamente, porque no podía dejar de vivir la experiencia de ver video “on demand”. Hasta que llegó el momento de ingresar la tarjeta de crédito.
No me preocupé por dos motivos. Primero, porque Netflix aclaró que el primer mes era gratis. Segundo, porque el plástico de la tarjeta de crédito me vencía en septiembre así que, si me lo intentaban cobrar, no podrían hacerlo porque el número cambia con cada nuevo plástico. Además, Netflix promocionó que sólo costaría 39 pesos, nada de exigir un pago en dólares que tantas jaquecas le genera a mi home banking.
Listo. Me llegó la confirmación y todo. Así que invité a mi novia a mirar una película, quien no sabe mucho de computación, pero es fanática del cine. Sabía que iba a impresionarla. Mucho. Así que en el living conecté mi notebook al plasma de 42″ mediante un cable HDMI. Del TV saqué un cable al Home Theatre para que escuche el sonido sorround 5.1. Lo mejor estaba por venir.
Tocaron a la puerta. Era ella, quien vino con una bolsa de palomitas de maíz y muy emocionada por mi SMS: “Venite para casa tengo super cine digital HD con las últimas películas”. Así que prendí la computadora.
–Prepárate para vivir la experiencia del video on demand con los últimos lanzamientos del séptimo arte.– presumí ante su cara de sorpresa…
–Buenísimo. No puedo esperar… ¿ya elegiste algo?
-Sí. A vos te encanta la Nouvelle Vague y todo ese cine romantico francés.– respondí, también para recordarle las dos horas de aburrimiento que pasé cuando vimos “El año pasado en Marienbad” de Resnais y cuando confundí a Truffaut con unos bombones…
-¡Qué bueno! ¿Elegiste cine francés actual, una película que no vi?
-Sí, una película que salió hace poco, por eso está en Netflix. Y que ganó premios y es aclamada por la crítica… seguro te gusta.
Rápidamente encendí el televisor. Un fuerte relámpago inundó la sala e iluminó nuestras caras, mientras esperábamos ansiosos el comienzo del estreno. Su rostró mostró una extraña mueca. Pero yo no llegaba a identificar si era sorpresa o decepción.
-Pero eso es Ameliè.- Respondió.
-Sí, ¿la conocías? Es nueva, aparece entre las últimas del catálogo de románticas.– intenté defenderme.
-No, es de 2001…
-No puede ser, dice que es aclamada por la crítica y ganadora de premios.– intenté defenderme por segunda vez, infructuosamente.
-Aclamada puede ser, pero fue nominada a cinco Oscars y no ganó ninguno…
-Pero está en HD, se ven todos los detalles…– fue mi último intento…
-Sí, los píxeles se ven toditos… casi que puedo contarlos en un televisor tan grande.- dijo con razón, eso no era HD.
-Pero está la minita del Código da Vinci.– eso lo exclamé sin pensar, no sabía que había hecho más películas esa actriz.
Ahí lo descubrí. Era cara de decepción. Se fue raudamente porque en el canal Europa Europa daban una joya del cine Albanés y no quería perdérsela. Fue una pena. “Al menos, no perdí dinero“, dije para mis adentros, satisfecho de haber salido de la situación sin pena ni gloria. Sólo gasté un poco de mi reputación que ya venía un poco maltratada de antes, para ser sinceros.
En el mientras tanto, llegaron miles de correos a mi cuenta. Algunos, eran de Netflix, donde me pedían que ingrese el nuevo número de la tarjeta de crédito. “Pobres tontos, se creen que voy a caer en esa“, pensé, mientras me reía de mi suerte. Hasta que llegó uno con el resumen de la cuenta de mi tarjeta de crédito…
Los geniecillos no sólo identificaron mi nuevo número de tarjeta, sino que me cobraron en el mes de octubre. Sí, es pago por mes adelantado. Bueno, no sería tan grave. Eran 39 PESOS, así que sólo debería abonarlo por home banking, sin necesidad de acercarme a un banco y hacer una fila de 58 personas para abonar el costo con billetes verdes en la ventanilla, como ya me pasó cuando compré crédito para Skype por no tener una caja de ahorro en dólares.
Así que marco con el dedo el reglón hacia la derecha y veo el monto: 9,36… ¿dólares? No puede ser. No sólo tendré que ir al banco de nuevo sino que, con la cotización del día, son 39,55 pesos. ¡Es 55 centavos más caro de lo previsto! Así que lo daré de baja. Mientras tanto, sigo yendo con mi chica a mirar películas de autor. Hoy me toca ver una marathón de Jafar Panahi, aparentemente, el más influyente director iraní. El evento es en un centro cultural, así que la entrada es gratuita. Y colorín colorado…
[Atención: Este artículo es una parodia, con algún dato levemente chequeado. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Se prohíbe la lectura de este post a personas demasiado literales 🙂 ]